¡Hola chicos y chicas que nos
leéis! Para comenzar con esta primera entrada me gustaría hablar de mi
sorprendente iniciación en esta, la que parece, una gran aventura de cuatro
meses o de quizá toda una vida.
El 21 de enero si no recuerdo mal
íbamos a empezar una nueva asignatura llamada “educación artística”, en el tren
nos surgieron muchas dudas, eso de tener dos profes o que nos separaran como
nos habían contado otros estudiantes “¿Cómo sería?, “yo prefiero el primer
grupo”, “yo el segundo”, entre otros pensamientos y comentarios. La sorpresa
llegó cuando nos encontramos allí a una sola profesora que nos planteaba no
solo no separarnos, sino entrar y salir de clase cuando queramos, hacernos
nuestro propio horario cada uno podríamos decir. Al principio no nos hacía
mucho la idea, 5 horas allí… pero en cuanto acabó esa clase todas queríamos
repetir.
Fue una clase de la que nadie (o
por lo menos yo no) quería salir, se hizo tan llevadero, queríamos más. En mi
caso y sobretodo la profesora me transmitió muchos sentimientos y sensaciones,
me dio seguridad y fuerza a la vez que confianza. La clase en general paso del
sentimiento de extrañeza o temor a lo desconocido a sentir toda clase de
emociones. Sentí que con esta asignatura todos en mayor o menor medida, si le
prestamos atención, íbamos a aprender a descubrirnos un poco más a nosotros, a
mostrar nuestros sentimientos y creo también reforzarnos como clase.
Durante la primera clase además de
hablar de nosotros, hicimos una dinámica en la cual le contábamos a un
compañero un sueño que nos diera miedo, una pesadilla que recordáramos y ella
nos contara la suya, debíamos prestarle mucha atención a esta y además
interiorizar el miedo que nos transmitía su sueño. Esto me hizo recordar una
pesadilla que se me repetía desde pequeña desde el fallecimiento de mi tía en
2004, hacía mucho que no la soñaba y la verdad que fue lo primero que me vino a
la mente y la verdad que aunque el sueño no me da buenas vibraciones me gustó recordarla
y me hizo bien contárselo a alguien. En cuanto al sueño de mi compañera la
verdad es que aunque de pequeña debió de ser algo duro, ahora causa un poco de
risa, la primera parte por lo menos, aun así me transmitió el miedo a quedarte
sin dentadura y un poco también el miedo a estar solo. Me gustó compartir esto con
mis compañeros y además me hizo reflexionar sobre los sueños.
Nuestra profesora nos confesó que
ella escribía todo lo que soñaba en una libreta desde 1996 (creo) y los leía de
vez en cuando. Me encantaría poder escribir todos mis sueños por muy malos que
sean y poder recordarlos cuando me apetezca y reírme de ellos, ver si alguno se
hizo realidad, es interesante. Pero los sueños no solo es esto, no es solamente
eso que nos pasa por la noche, un sueño es algo más grande, algo que nos hace
ilusionarnos, tener fe, que nos empuja a hacer grandes cosas, cosas que quizá
en un momento dado jamás harías y si se convierte en tu sueño luchas por
conseguirlo y aquel que no lucha es un cobarde. “Si quieres puedes”. Nunca
deberíamos dejar de soñar, de ponernos metas con aquello que nos encantaría
hacer o tener.
En clase tras decir nuestros miedos
teníamos que buscarle un antídoto con nuestra pareja y aunque no me parece más
esta idea de buscar una forma de no sentir tanto ese miedo, no estoy de acuerdo
con buscar un antídoto total a un miedo, los miedos no son malos, es más, en
muchas ocasiones está bien sentir miedo, nos protege y hace que tengamos
cuidado e incluso yo diría que muchas veces el miedo nos salva. Aunque está
claro que no se puede vivir siempre con miedo, hay que aprender que hay
momentos en los que hay que combatir ese miedo y superarlo, porque hay miedos
que te impiden avanzar. Yo siempre he sido (y un poco lo sigo siendo) una niña muy
muy miedosa, no me gustaba la oscuridad, ni estar sola, me daba miedo no tener
amigos e incluso tenía un poco de obsesión con las enfermedades pero por
ciertas situaciones bastante duras que he ido viviendo me he dado cuenta que no
vale la pena tener tanto miedo, que hay que ser fuerte, superarlo y que muchas
veces solo te tienes a ti mismo y eso no es malo, al revés, tenemos que
conocernos y que aprender a vivir en consonancia con nosotros mismos porque si
no te sientes bien contigo mismo no lo harás nunca con nadie.
Debido a esto decidimos realizar un
atrapa miedos en clase para que nos diera fuerza y la verdad que me encantó
esta idea y me gustó mucho como quedó el mío aunque creo que lo modificaré un
poco y si es así os lo volveré a enseñar. ;)
Con el tema de los miedos y
antídotos, comenzamos a hablar sobre los abrazos (ya que era uno de los
antídotos que se expuso). En clase se generó un gran debate con este tema, del
cual algunas aportaciones a mí me dejaron realimente sorprendida.
Una compañera dijo que ella creía
que en España el abrazo está asociado generalmente a echar de menos. En mi
opinión esto es erróneo, también es mi forma de verlo, aunque está claro que
cuando hace mucho que no ves a una persona te apetece abrazarlo, besarlo,
hablar con ella, esto no significa que solo sirva para esta situación. Para mí
un abrazo es símbolo de afecto, de transmitirle tu fuerza a la persona que
abrazas o tu vulnerabilidad dependiendo del caso. Es una forma de decir estoy
aquí para ti, porque te quiero. Me considero una persona cariñosa y fría a la
vez. No creo que un abrazo se le dé a cualquiera, si doy un abrazo es porque
realmente le tengo afecto a esa persona y se está convirtiendo en alguien
importante para mí o en algún caso excepcional porque una persona lo necesite
aunque no sea cercano a mí.
Otra chica de la clase dijo que
ella no daba abrazos nunca, que le traían malos recuerdos. En mi vida no
podrían faltar los abrazos a mí me hacen sentirme mejor, aunque se los de a
cuatro personas contadas pero se los doy siempre que puedo porque es una manera
de demostrarles que les quiero y además de que me tramitan mil cosas buenas y
me hagan sentir mejor cuando estoy triste. También, por desgracia, he vivido
situaciones en las que los abrazos han sido los protagonistas de algo muy
triste pero no por ello dejaré de pensar que son buenos, ya que en esa
situación los abrazos de mis seres queridos fueron los que me dieron fuerza
para afrontarla.
Por otro lado pienso que al querer
ser maestra de educación infantil, es muy importante saber dar amor, los niños
necesitan mucho cariño, unos más que otros, unos los piden y otros no, pero a
todos les encanta recibirlos y estoy convencida de que los abrazos que reciben
de pequeños forman también la personalidad de los niños. Aquellos que no
reciben este tipo de afecto, después tendrán más problemas para transmitir sus
sentimientos que el que ha recibido cariño. Además es una forma de acercarte a
ellos no solo como maestra sino también como persona, en la que pueden confiar,
recurrir ante cualquier circunstancia y encontrar ese afecto.
Cuando era pequeña, era una niña
muy poco cariñosa, solo daba abrazos a mi madre y a mi hermana, a raíz del
divorcio de mis padres y de vivir en otro lugar me fui abriendo un poco más al
resto, a mi familia, amigos, etc. y esto me ha llevado a llevarme muchas
decepciones, estas han hecho que me vuelva desconfiada y no le de mi cariño a
cualquier persona y es que en verdad mi yo más pequeña era más inteligente
porque quien realmente nunca en la vida me va a fallar y siempre van a estar
ahí son ellas dos: mi madre y mi hermana. A quienes nunca dejaré de abrazar,
que nunca me darán un abrazo forzado o en falso y las únicas en las que sé que
podre confiar hasta el día que me muera, cosa que creo no puedo decir de nadie
más en este momento.
¡Hasta la próxima!
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