martes, 16 de febrero de 2016

UNA MONTAÑA DE SENTIMIENTOS



¡Hola chicos y chicas que nos leéis! Para comenzar con esta primera entrada me gustaría hablar de mi sorprendente iniciación en esta, la que parece, una gran aventura de cuatro meses o de quizá toda una vida.

El 21 de enero si no recuerdo mal íbamos a empezar una nueva asignatura llamada “educación artística”, en el tren nos surgieron muchas dudas, eso de tener dos profes o que nos separaran como nos habían contado otros estudiantes “¿Cómo sería?, “yo prefiero el primer grupo”, “yo el segundo”, entre otros pensamientos y comentarios. La sorpresa llegó cuando nos encontramos allí a una sola profesora que nos planteaba no solo no separarnos, sino entrar y salir de clase cuando queramos, hacernos nuestro propio horario cada uno podríamos decir. Al principio no nos hacía mucho la idea, 5 horas allí… pero en cuanto acabó esa clase todas queríamos repetir.

Fue una clase de la que nadie (o por lo menos yo no) quería salir, se hizo tan llevadero, queríamos más. En mi caso y sobretodo la profesora me transmitió muchos sentimientos y sensaciones, me dio seguridad y fuerza a la vez que confianza. La clase en general paso del sentimiento de extrañeza o temor a lo desconocido a sentir toda clase de emociones. Sentí que con esta asignatura todos en mayor o menor medida, si le prestamos atención, íbamos a aprender a descubrirnos un poco más a nosotros, a mostrar nuestros sentimientos y creo también reforzarnos como clase.

Durante la primera clase además de hablar de nosotros, hicimos una dinámica en la cual le contábamos a un compañero un sueño que nos diera miedo, una pesadilla que recordáramos y ella nos contara la suya, debíamos prestarle mucha atención a esta y además interiorizar el miedo que nos transmitía su sueño. Esto me hizo recordar una pesadilla que se me repetía desde pequeña desde el fallecimiento de mi tía en 2004, hacía mucho que no la soñaba y la verdad que fue lo primero que me vino a la mente y la verdad que aunque el sueño no me da buenas vibraciones me gustó recordarla y me hizo bien contárselo a alguien. En cuanto al sueño de mi compañera la verdad es que aunque de pequeña debió de ser algo duro, ahora causa un poco de risa, la primera parte por lo menos, aun así me transmitió el miedo a quedarte sin dentadura y un poco también el miedo a estar solo. Me gustó compartir esto con mis compañeros y además me hizo reflexionar sobre los sueños.

Nuestra profesora nos confesó que ella escribía todo lo que soñaba en una libreta desde 1996 (creo) y los leía de vez en cuando. Me encantaría poder escribir todos mis sueños por muy malos que sean y poder recordarlos cuando me apetezca y reírme de ellos, ver si alguno se hizo realidad, es interesante. Pero los sueños no solo es esto, no es solamente eso que nos pasa por la noche, un sueño es algo más grande, algo que nos hace ilusionarnos, tener fe, que nos empuja a hacer grandes cosas, cosas que quizá en un momento dado jamás harías y si se convierte en tu sueño luchas por conseguirlo y aquel que no lucha es un cobarde. “Si quieres puedes”. Nunca deberíamos dejar de soñar, de ponernos metas con aquello que nos encantaría hacer o tener.



En clase tras decir nuestros miedos teníamos que buscarle un antídoto con nuestra pareja y aunque no me parece más esta idea de buscar una forma de no sentir tanto ese miedo, no estoy de acuerdo con buscar un antídoto total a un miedo, los miedos no son malos, es más, en muchas ocasiones está bien sentir miedo, nos protege y hace que tengamos cuidado e incluso yo diría que muchas veces el miedo nos salva. Aunque está claro que no se puede vivir siempre con miedo, hay que aprender que hay momentos en los que hay que combatir ese miedo y superarlo, porque hay miedos que te impiden avanzar. Yo siempre he sido (y un poco lo sigo siendo) una niña muy muy miedosa, no me gustaba la oscuridad, ni estar sola, me daba miedo no tener amigos e incluso tenía un poco de obsesión con las enfermedades pero por ciertas situaciones bastante duras que he ido viviendo me he dado cuenta que no vale la pena tener tanto miedo, que hay que ser fuerte, superarlo y que muchas veces solo te tienes a ti mismo y eso no es malo, al revés, tenemos que conocernos y que aprender a vivir en consonancia con nosotros mismos porque si no te sientes bien contigo mismo no lo harás nunca con nadie.

Debido a esto decidimos realizar un atrapa miedos en clase para que nos diera fuerza y la verdad que me encantó esta idea y me gustó mucho como quedó el mío aunque creo que lo modificaré un poco y si es así os lo volveré a enseñar. ;)



Con el tema de los miedos y antídotos, comenzamos a hablar sobre los abrazos (ya que era uno de los antídotos que se expuso). En clase se generó un gran debate con este tema, del cual algunas aportaciones a mí me dejaron realimente sorprendida.

Una compañera dijo que ella creía que en España el abrazo está asociado generalmente a echar de menos. En mi opinión esto es erróneo, también es mi forma de verlo, aunque está claro que cuando hace mucho que no ves a una persona te apetece abrazarlo, besarlo, hablar con ella, esto no significa que solo sirva para esta situación. Para mí un abrazo es símbolo de afecto, de transmitirle tu fuerza a la persona que abrazas o tu vulnerabilidad dependiendo del caso. Es una forma de decir estoy aquí para ti, porque te quiero. Me considero una persona cariñosa y fría a la vez. No creo que un abrazo se le dé a cualquiera, si doy un abrazo es porque realmente le tengo afecto a esa persona y se está convirtiendo en alguien importante para mí o en algún caso excepcional porque una persona lo necesite aunque no sea cercano a mí.

Otra chica de la clase dijo que ella no daba abrazos nunca, que le traían malos recuerdos. En mi vida no podrían faltar los abrazos a mí me hacen sentirme mejor, aunque se los de a cuatro personas contadas pero se los doy siempre que puedo porque es una manera de demostrarles que les quiero y además de que me tramitan mil cosas buenas y me hagan sentir mejor cuando estoy triste. También, por desgracia, he vivido situaciones en las que los abrazos han sido los protagonistas de algo muy triste pero no por ello dejaré de pensar que son buenos, ya que en esa situación los abrazos de mis seres queridos fueron los que me dieron fuerza para afrontarla.

Por otro lado pienso que al querer ser maestra de educación infantil, es muy importante saber dar amor, los niños necesitan mucho cariño, unos más que otros, unos los piden y otros no, pero a todos les encanta recibirlos y estoy convencida de que los abrazos que reciben de pequeños forman también la personalidad de los niños. Aquellos que no reciben este tipo de afecto, después tendrán más problemas para transmitir sus sentimientos que el que ha recibido cariño. Además es una forma de acercarte a ellos no solo como maestra sino también como persona, en la que pueden confiar, recurrir ante cualquier circunstancia y encontrar ese afecto.

Cuando era pequeña, era una niña muy poco cariñosa, solo daba abrazos a mi madre y a mi hermana, a raíz del divorcio de mis padres y de vivir en otro lugar me fui abriendo un poco más al resto, a mi familia, amigos, etc. y esto me ha llevado a llevarme muchas decepciones, estas han hecho que me vuelva desconfiada y no le de mi cariño a cualquier persona y es que en verdad mi yo más pequeña era más inteligente porque quien realmente nunca en la vida me va a fallar y siempre van a estar ahí son ellas dos: mi madre y mi hermana. A quienes nunca dejaré de abrazar, que nunca me darán un abrazo forzado o en falso y las únicas en las que sé que podre confiar hasta el día que me muera, cosa que creo no puedo decir de nadie más en este momento.
¡Hasta la próxima!


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