domingo, 21 de febrero de 2016

UNA PARTE DE MÍ

Un mándala es un símbolo muy especial, no solo porque es de las primeras cosas que dibujan los niños, sino porque es el reflejo del alma. Eso es lo que estuvimos haciendo en la última clase de Educación artística, mándalas, y no mándalas cualquiera sino mándalas de chocolate, delicioso.
Nunca me había propuesto hacer un mándala, de hecho hasta que no llegué a esta clase ni siquiera sabía lo que era y lo cierto es que disfrute un montón. Dicen que para hacer un mándala debes dejar fluir lo que tienes en tu interior, y que aunque lo haga una misma persona un mándala nunca será igual porque como fluya este depende de tu estado de ánimo.
Supongo que mi estado de ánimo en esta clase era muy bueno porque mi mándala salió precioso, y sobre todo lleno de buenas vibraciones, por eso estaba tan rico y a pesar de las toneladas de chocolate, miel, leche con densada etc, que tenía me sentó genial y no me dio dolor de tripa.
Esta es una foto de mí mándala:

 Esta es una foto mía con mí mándala:

Según nos dijo la profesora todos tenemos un mándala en nuestro interior, en el centro del cuerpo, y ese mándala es nuestra zona de vulnerabilidad, desde que nacemos esta resentido y lleno de heridas, en carne viva y eso es porque desde que nacemos no dejamos de sufrir, y justo al centro de nuestro alma es donde se guardan todas nuestras heridas.
Hay quien pone miles de barreras y se convierte en una persona impenetrable para que nadie pueda llegar al centro de su alma y así evitar sufrir, pero ¿realmente eso sirve de algo? Conocer tu interior y que los demás lo conozcan no es malo, peor para poder llegar a ello hay que sufrir y yo creo que no es malo sufrir en la vida, porque sufrir no solo te hace más fuerte, sino que también te hace más humano, más auténtico, cuando sufres eres capaz de comprender mejor el dolor ajeno y eso te convierte en una mejor persona.
También hay personas que a raíz de que han sufrido mucho comienzan a ponerse esas barreras en el cuerpo, pero realmente si ya han sufrido no les va a servir de nada porque ese dolor ya lo tienen dentro, y no va a desaparecer por muchas barreras que pongan.
Yo hace tiempo que descubrí mi mándala, lo que hay en el centro de mi alma, y es mi niña interior, una niña feliz, sin problemas, sin complejos y sin complicaciones. Una niña que vivía y disfrutaba de la vida, que no conocía el miedo ni el dolor, que solo sonreía todo el tiempo y a todo el mundo, una niña que deje de ser hace años, pero que sigue dentro de mí y de vez en cuando aflora a la superficie y me permite disfrutar de nuevo de la vida, como si no existiesen los problemas y todo pudiera ser verdaderamente feliz.
 Esta fue la mejor época de mi vida, hasta los 6 años, cuando la inocencia recorría mis venas, tal vez por eso decidí hacerme profesora de educación infantil, porque creo que no hay nada más auténtico y más maravilloso que la infancia y disfrutar de ella al máximo; eso es lo que quiero que hagan mis futuros alumnos, que disfruten de la vida y sean lo más felices posibles.

Esta es una foto mía de cuando era una niña, era la más feliz del mundo únicamente comiendo un helado:

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