viernes, 8 de abril de 2016

Deliciosos sentimientos sabor chocolate.

La propuesta en una de las clases de realizar un mandala de chocolate hizo que realmente la mayoría de alumnos abrieramos los ojos como si de búhos nos tratásemos, pero individualmente yo sentí que algo en mi tripa empezó a moverse. Lo más normal es que fuera hambre, sólo de pensar en aquella delicia de chocolate que podríamos comernos. Pero, a medida que Pilar, nuestra profesora, empezó a hablarnos más allá de comida y localizarnos en significados y sentimientos es cuando empecé a reflexionar.
¿No os pasa que cuando estamos haciendo algo siempre pensamos, y muchas otras incluso sentimos? Para mi, la experiencia realizando el mandala incluye todo. Cuando se nos propuso fabricarlo y buscarle un sentido, el mío lo tuve claro: iba a ser un recuerda-protege-quitamiedos. Me explico: todos tenemos miedos. Nos da mido la oscuridad, perder a alguien, fracasar en algo… todos vivimos siempre circunstancias de incertidumbre en las que el miedo se apodera de nosotros y nos bloquea. Este mandala tenía que ser un amuleto capaz de quitarme ese miedo, que me trasmitiese fuerza, que me diera un empujón siempre. Y por otro lado todos tenemos alguien lejos, alguien que no está: ese mandala tendría que ser el trasmisor de esa energía que pese a la distancia y el tiempo me haga sentir que lo que quiero lo tengo aquí, conmigo.
Todo este cóctel de necesidades se me agruparon de golpe y vi mi idea clara: poner en ese mandala todos mis sentimientos. Mientras lo fabricaba no dejaba de pensar en todas estas cosas y personas y fui intentando plasmar en él algo que representase todas esas cosas. Pero siempre hay algo que no se te quita de la mente, que tiene un peso más relevante que las demás, que ocupa un lugar preferente en tu vida y que es un pilar fundamental, y según se iba conformando el mandala tenía muy claro cuál iba a ser el centro del macro y micro cosmos de mi universo: esos corazones que me protegen alrededor y esa inicial de mi nombre "P" en el centro del mandala. Según se iba formando, iba sonriendo, iba sintiendo esa fuerza que quería que trasmitiese, le estaba poniendo ilusión y ganas, estaba poniendo una parte de mi y de todas las personas que quiero, estaba siendo, el mandala, reflejo de nostalgia, fuerza y energía. Estaba reflejando en mi universo mis estrellas. 
Por ello, aquí muestro mi fotografía del mandala, reflejo de toda mi magia de mi niña interna, ilusión, color y fantasía:





Es predecible lo fenomenal que lo pasamos, ¿verdad? 
Fue una bonita experiencia en la que reímos, disfrutamos, y lo más importante sentimos, no podemos dejar de sentir.

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