domingo, 24 de abril de 2016

Errancia arquetípica en Sigüenza.

Hay momentos en los que me pasa que tengo que detenerme pausadamente para distinguir la realidad y los sueños. Hace una semana, tuve una vivencia que no había tenido en ninguna ocasión anteriormente y para mi se me hizo muy dura en ese instante. Recuerdo lo que nos dijo nuestra profesora sobre escribir los sueños para sacar a fuera todo aquello que nos reprime, que nos aterroriza; por lo que voy a tratar de soltarlo. Todo ocurrió cuando estaba durmiendo de madrugada y de repente sin más me desperté con una sensación muy extraña, como si hubiera alguien más conmigo en la habitación como si se tratara de una presencia. Y es que nunca me había ocurrido algo así ni cuando era una niña, por lo que me empecé a agobiar en mi habitación y decidí levantarme a beber agua al baño. Sentía que no tenía fuerzas para llegar de nuevo a mi habitación, que realmente el miedo se había apoderado de mi completamente. Tras no ser capaz de ir hacia mi habitación, fui a la de mis padres y le dije a mi madre lo que estaba sintiendo y me hizo un hueco con ellos. Pero aún así, con mi madre abrazada, seguía cerrando los ojos y viendo rostros oscuros sin una cara nítida, los volvía a abrir y parecía que me aparecían por todos lados, que me perseguían como en las películas de terror en la que yo era temida por ellos. Llegó la hora que se tenían que ir a trabajar y yo tenía que quedarme sola en casa con mi miedo quien se había apoderado de mi y era capaz de controlarme entera, así que decidí que me llevaran a casa de mi abuela para sentirme acompañada y poder estar más tranquila. Aún así ese mismo día por la noche seguía teniendo muchísimo miedo pero poco a poco me fui calmando. Y empecé a incubar sobre lo ocurrido, sobre mi, una persona que no es frecuente que tenga miedo y menos de esa manera tan abrupta. Pero es que realmente todos sentimos miedo, por algo, sea lo que sea, a cada uno nos ataca de una manera diferente, pero siempre ataca y sólo luchando contra él podemos superarlo, y qué mejor manera que enfrentarnos a él. 

Así que pensé, ahora es el momento de temer menos y poco a poco superar nuestros miedos y comencé a pensar en la deriva que tendríamos el jueves 21. En otras ocasiones, hubiera elegido ser Blancanieves porque se caracteriza por su dulzura, ternura, inocencia, algo con lo que me puedo identificar más que con una bruja; pero tras lo que me había ocurrido era el momento de echarle valor y enfrentarme a mis propios miedos, así que decidí asistir de bruja. Y es que no todo es lo que aparenta ser, ni lo malo es tan malo, ni lo bueno es tan bueno.

Tras el paso de los días, llegó nuestra esperada deriva. Comenzamos la mañana con la sincronía del número 16 y a medida que iba avanzando el día aparecía algo cada vez más asombroso. 
(Incluso con antídotos muy dulces) 



Y es que dicen que todo pasa por algo, y es así, cada momento vivido en este día parecía que iba cobrando sentido. Hay veces que las cosas suceden por casualidad, sin esperarlo. En diversas ocasiones podemos pasarnos el tiempo buscando algo que queremos y no lo encontramos, pero al final con el tiempo todo llega y ahí es cuando realmente nos quedamos atónitos, cuando algo sucede sin pensarlo, sin esperarlo y ya nos encontramos cansados de buscar. Esto fue lo que me ocurrió a mi, tras las veces de sorteo realizadas, ya es casualidad que mi Blancanieves se tratara de la misma persona en ambas ocasiones, y es que vivimos en un mundo en el que las casualidades y las sincronías se encuentran en todo lugar. Comencé mi búsqueda con diversos sentimientos, al principio de temor por aquel lugar desconocido, seguido de ilusión por encontrar aquella persona que buscaba y finalmente cansada de no encontrar a mi blancanieves. Por lo que me dispuse a comer, cuando de repente veo pasar enfrente mía a esa chica que había estado buscando anteriormente. Por un momento no supe como actuar porque no quería asustarla pero tampoco podía permitirme perderla, así que decidí acercarme lo más normal y hacerle una señal para decirle que era mi primera vez que la había visto y se anduviera con cuidado. Su reacción me asustó hasta a mi, ya que empezó a gritar y salió a correr- menos mal que mi intención era no asustarla-. Poco a poco iban apareciéndome símbolos que me iban aterrorizando, pero a su vez me iban haciendo más fuerte para superarme a mi misma, como fue encontrarme una manzana mordida en el suelo o el número 11 en todas aquellas casas que se encontraban vacías, solitarias con aspecto de abandono y con las puertas abiertas que te incitaban a entrar para que el miedo se apodera de ti. 





Finalmente, lo que más me llenó fue que estuviéramos todos hablando con todos, algo que no habíamos realizado anteriormente y que poco a poco decidiéramos conocernos un poco más y darnos cuenta que teníamos muchas más semejanzas que diferencias, sumando la magia de aquella niña pequeña que se quiso unir a nosotros. Además, para terminar y devolverme todas esas fuerzas que la semana anterior había perdido, Monica nos empoderaba como heroínas y mi profesora nos transmitió el fuego, ese fuego que llevamos cada uno de nosotros en nuestro interior, nuestra fuerza y que estará en nosotros mismos dependiendo de cómo lo cuidamos.



Agradecer a cada uno de los participantes de esta deriva por esta bonita experiencia y superación interna en la que he descubierto que por el camino vas a encontrarte con situaciones que te coloquen de inmediato en un avión en marcha, y tus decisiones pueden ser las que te empujen en caída libre desde lo más alto, o por el contrario, ser capaces de controlar tu fuego interno que si lo cuidas no se apaga.



                          “Estamos viviendo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario